miércoles, 16 de octubre de 2013

S e I

Es duro. Nada es fácil ahora mismo.
Sentir que nadie te apoya, que nadie te cree. Tener miles de problemas y guardártelos para ti misma, porque nadie tiene el tiempo o las ganas suficientes para prestarte un poco de atención.
Y vivir con ello. Irte acostumbrando. Dejar que el resto del mundo te cuente sus problemas, interesarte por ellos y tratar de ayudarles a solucionarlos. 
Pero no recibir ayuda de ningún tipo.
Acudir a especialistas que prácticamente no te dejan expresarte. Seguir tratamientos que no funcionan. Intentar mejorar de cualquier manera y empeorar todavía más.
Lágrimas que inundan tus ojos minuto a minuto y que no existan pañuelos suficientes para secarlas.
Nada en mi va bien, todo empeora, todos los problemas crecen.
A nadie le importa, nadie se preocupa. Ni siquiera tu familia.
¿Y qué más da?
Hay cosas más importantes, como la limpieza de la casa, ¿verdad?
Los sentimientos son pasajeros, ya cambiarán. Los problemas levantan dolores de cabeza, te hacen preocuparte. No vale la pena estar pendiente de ellos. Es mejor guardarlos y que se queden ahí, encerrados hasta que te olvides de ellos.
¿Que te hablan mal? Será que tienen un mal día y lo pagan contigo. ¿Que se enfadan contigo? Solo tú tendrás la culpa.
¿Que casi te matas por la noche por uno de tus episodios de sonambulismo y desorientación? Te lo inventas para llamar la atención.
Claro.
Pero es fácil. O les dejas de hablar o no les cuentas nada y te comes tus problemas tu solo. Así aparentas estar bien siempre. Así se solucionan las cosas.

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